Enmarañado está su pelo,
enredado por el viento
que lleva las lágrimas
de la húmeda tarde.

Sus ojos tenían promesas,
centellas de luceros
de un mundo bonito
mágico
con sólo su mirada.

Las botellas vacías
y las colillas de cigarro
rodean su estúpidez;
a su lado
el cuerpo
de esa chica insípida
que lo acarció
quizás con frenesí
quizás con ficción.
Ella, suspira tristeza
esperando sus dos centavos
para poderse ir.

Él se queda ahí
inmóvil.
Su soledad lo acompaña,
agarra el teléfono
me llama
contesto...
soy su amiga
inevitablemente...